Coquíes

Antes de ayer, el calor era IMPRESIONANTE por lo que decidí que tenia que quedarme a dormir en el cuarto de papi que se había ido con la novia y tiene aire acondicionado. Hace aproximadamente como 5 años que no duermo ahí así que era como un mundo nuevo para mi. Me dormí tranquilita a las 2am mas o menos entonces como a las 7:12am empieza un coquí hijoeputa a cantar BIEN DURO. Me levante con un sueño brutal a tratar de buscarlo y lo encontré, busque servilletas y unos palitos de mantecado para botarlo o matarlo. Resulta que ese coquí estaba muerto ya, estaba petrificado. Entonces de donde carajo salía el cabrón ruido ese? Luego de una búsqueda de quizás media hora... descubrí que era la alarma de papi = /

Aparte quería contar que en una clase de ingles un muchacho que obviamente no era puertorriqueños pregunto que cual pajarito era ese que cantaba "coquí coquí" en las noches.

Caluroso Verano

Este verano al parecer el calor está tan hijo e puta que por segunda vez mi celular se ha dado un chapuzón dejandomé desconectada.

Primer Chapuzón: En mi examen de Pre-Calculo [en el que saqué A por cierto wujuu], pues como estaba enferma y tenía frío mi novio me prestó su jacket [o se lo confizqué, qué es lo mismo no?] entonces cuando me dieron las ganas de mear, antes de tirar de la cadena... ví como burbujitas de aire salían de mi celular... llenándose de meao mío. Todo fue culpa del maldito jacket... que como me quedaba grande pues las cosas se me caían. Luego como por si fuera poco, lo metí al lavamano pa que no apestara a orina.

Segundo Chapunzón: Pues luego de unos días mi celular revivió, gracias a los poderes satánicos de mi hermanito. Entonces un buen día fui a casa de mi madrastra y pensé haber dejado el celular en el carro. Luego al regresar, lo veo sumergido en la cuneta entre aguas sucias, llenas de hojitas amarillas.

En conclusión, está cabrón el calor, que aparentemente también daño mi laptop... en teoría, por que sigo pensando que fue mi hermanito. Además de que tengo un celular puerco que le gustan las aguas apestosas.

La Venganza es... Salada?

Bueno pues como ya todos se supone que sepan... Me metieron un par de beses los de'os por el culo en contra de mi voluntad [además del huevo, pero eso es aparte]. Un buen día, pensé, me iba a vengar, pero sádicamente. Pues el día llegó, la última semana de clases, decidimos hacer Pablo y yo un trip a la numero uno y quedarnos unas 8 horas en el Motel Bambú, gran mierda por cierto, mejor vallansé a Villa Arcoiris. Durante nuestra placentera estadía le pedí a Pablo que a cambio del hacerme un hickie que parecía que me habían dado un puño, en la teta, pues que yo quería hacerle dos, en donde nadie los viera... y esas son las nalgas. Mientrás él estaba siendo chupado, sigilosamente decidí pasar mi lengua entre sus nalgas. Como conclusión un sabor digamos salado, un sudor espeso, cobijo mi lengua, aunque nunca supe hasta que punto llegué ni tampoco sentí algún agujero, qué era lo que yo esperaba.



Debido a que no llegué a dónde esperaba, luego de cultivar cierta confianza en cuanto a la zona prohibida de los hombres, decidí atacar inesperadamente. Estabamos semi-desnudos sentados en el borde de mi cama, con las piernas entrecruzadas en las del otro. Pablo se hecho hacia atrás, y el peso de su cuerpo le hacía difícil poder enderezarce. Era el momento preciso de atacar. Entonces, le manosee las bolas un rato, mientrás lo hacía creer que lo complacería, seguí bajando, averiguando que había por esos alrededores. Entonces encontré un agujerito, y mi dedo se introdujo al estilo pim pum pam un par de veces, mientrás él intentaba evitarlo, pero ya era muy tarde...

Octava y Última Parte

Cuando cumplí mis 43 años comenzaron a notarse algunos síntomas de mi enfermedad, ya llevaba 2 años viviendo con Miguel y él estaba destrozado, se sentía culpable por haberme “contagiado” y además de que su SIDA estaba en una etapa bastante avanzada. Me sorprendía mucho que yo apenas tuviera leves dolores de cabezas y un poco de fatiga generalmente. Un día Miguel se quejaba mucho de dolores en los huesos tras estar casi un mes con fiebre y se estaba quedando sin aire, Andrés y yo corrimos a llevarlo al Hospital Central. Lo transfirieron al Hospital La Paz y lo internaron hasta nuevo aviso. Lo atendía una enfermera que se veía jovial, rubia, bronceada de ojos cafés, con un cuerpito aceptable. Visitaba a Miguel todos los días con tal de verla, hasta que ella se dio cuenta de mis intenciones y me esperó a mi salida para invitarme a un café.
Se llamaba Susana. Era muy coqueta y le gustaba conocer todo tipo de gente. Tenía unos 29 años, probablemente mentiras, pero se veía por alguna razón muy jovial. Nos continuamos frecuentando hasta que un día oportuno se quedó en mi casa y me acosté con ella evidentemente. Su estilo era un tanto tradicional, me besó en la boca, y yo la continué besando por el cuello y así mismo por su espalda, le mordí las nalgas y finalicé besándole la punta del coño. Ella solo disfrutaba acostada en la cama mientras yo me apoderaba de sus interiores. La mañana siguiente estaba entre sus brazos convulsando de fiebre, con diarreas, mientras tosía y sudaba excesivamente. Ella se asustó y rápidamente me llevó al hospital. Me atendieron y me internaron.
Perdí la noción del tiempo, estuve mucho tiempo entre cuatro paredes rodeada de señoras vestidas de blanco. Aproximadamente estuve dos años perdiendo el poco tiempo que me queda entre el hospital y mi casa. Solo me queda la satisfacción de las mujeres que deben estar enfermas como yo, sino han muerto, un gato sin cola que apenas respira, mi piso en el Paseo de la Habana 103, mis dos amigos, a quienes les destrocé la vida, un espacio en el infierno y unos meses dónde viviré peor que un perro que vive recolectando comida que encuentre en los basureros de un restaurant barato.

Séptima Parte

Cambié de gimnasio, y entonces conocí a Miguel. Era todo lo opuesto a Andrés, que era un hombre sensible y ejemplar, Miguel era un treintañero que se dedicaba a enamorar mujeres ricas, era en otras palabras un puto. Me contaba que su mujer de 50 años estaba encantada con él, que lo obliga a ir al gimnasio como única condición para poder exprimir su cuenta de banco, que él se lo paga en las noches, dejándola contenta. Ella era una empresaria exitosa y de mala pinta. Miguel me confesó su bisexualidad luego de un par de copas que tomamos una noche, fue ese día que decidí deshacerme de la empresaria indirectamente, pues nadie negociaría con una enferma de VIH. Le dije a Miguel que tenía curiosidad por intimar con un hombre y muy gustosamente accedió a quedarnos esa noche en un hotel. No estaba seguro si él iba a querer meterme cosas por el culo o no, pero en ese momento no me importó, ya para algo había invertido en varias copas. Prácticamente me destrozó la ropa y me obligó a doblarme en una silla mientras era despojado de mi dignidad de hombre. El dolor fue insoportable, pero a la vez tenía su gustito, aunque como quiera, no pretendía dejar las cosas así, me tocaba a mí. Miguel gustosamente se recostó de la cama mientras yo exploraba el sexo homosexual, se sentía completamente igual a María con la excepción de que lo sonidos eran un poco incómodos al ser obviamente masculinos. Luego de unos meses Miguel me contó que contrajo VIH que me revisara que lo sentía muchísimo y que no se explicaba cómo pasó, y que además estaba solo y sin un centavo. Al ser un hombre inocente, aunque un poco afeminado, lo recibí en mi casa, y me revisé falsamente y le dije que yo estaba completamente bien. Sentí cargo de conciencia, pero nada que me perturbara en el diario vivir.

Sexta Parte

Ya me hacía viejo estaba por cumplir los 40 años y cada vez mi pelo se tornaba más blanco y se hacía menos espeso, tenía que hacer algo contra el tiempo, pronto me empezaría a enfermar y solo llevaba 4 mujeres infectadas. Para mantenerme saludable me inscribí en un gimnasio y ahí conocí a la quinta víctima, María. Era una mujer corpulenta, joven de unos 27 años, un poco baja, con el pelo negro y rizado, ojos azules, unos labios redondos y jugosos que siempre llevaba pintados de color carne. Me ayudaba en mis rutinas y era fanática de la salud y todo lo que involucrara estar saludable. Intentaba siempre de impresionarla, pero todo le era indiferente. La invitaba constantemente a salir a buenos restaurantes, a mi casa, a algún lugar cercano, a dónde ella quisiera, y nunca quería. Investigué más a fondo y era soltera, nunca se había casado y no parecía estar con nadie. De todas formas ella continuaba con nuestra amistad. Hablábamos seguido y llegué a ser su confidente, ya que le había mentido diciéndole que no me interesaba ella como mujer y ella entonces bajó la guardia. Solíamos ir al cine, al teatro, a veces a comer y ya poco después de un año desde que deje de insistirle la invité en su cumpleaños de 28 primaveras al restaurante más lujoso, el Jockey, que había reservado con más de un año de antelación pues supe que era una mujer que se daba demasiado puesto. Quedó asombrada pues es casi imposible reservar y todavía más el poder pagar la cuenta. La comida era todo un mito, que también me costó lo que pago para pagar la casa, pero enfrente de ella quedé como quien se da el lujo sin que le cueste. Mi propósito era que se sintiera obligada a sostener relaciones conmigo, y así fue. La entré al cuarto sin el menor esfuerzo, y fue ella quien comenzó ofreciéndome masajes completamente aliviadores y provocativos. Le regresé el favor de los masajes pero utilizando la lengua, en la espalda, entre los dedos de los pies, entre las piernas y claro que en su boca, esto le gusto mucho, pero técnicamente luego me obligó a ensalivar su trasero, el ojete, con mi lengua, me repugnó completamente, así que la engañé escupiéndome dos dedos y con ellos pegados a la cara la hice creer que le lambía el final de su intestino, que por cierto olía como la cola del gato de mi mujer o peor. La curiosidad me atormentaba y quise cambiar de, digamos agujeros, tuve por primera vez en mi vida sexo anal. A ella aparentemente le gustaba más que cualquier cosa, a mí me da igual, el resultado sigue siendo el mismo, la eyaculación. Se sintió un poco más sencillo, más apretado y seco, diría que quizás un poco doloroso, pero el placer está completamente ligado al sufrimiento. A la mañana siguiente ella se despertó primero, y me trajo un merecido desayuno. María era muy activa, limpió mi casa y también hizo el almuerzo y la cena, pero a pesar de todo no la quise metida conmigo, me quitaba espacio y me estorbaba. Pasaron varios días e inventé una pelea, para que no quiera estar conmigo, y se fue. Le dije básicamente que su presencia me agotaba y a partir de ahí se ofendió y su orgullo la obligó a irse.

Quinta Parte

Durante un verano decidí cambiar mi ritmo de vida y pasearme mucho por la Azca, 3 calles de discotecas una a lado de la otra. Intentaba seducir mujeres, pero por más que trataba nunca lograba nada, quizás porque no aparentaba tener dinero, ni un buen trabajo, ni nada de esas estupideces que les gustan a las mujeres. Un día decidí invertir en mi pasatiempo de infectar mujeres. Me compré una camisa manga larga color verde que me costó quincena y media en el Corte Inglés, que claro aparentaba una posición económica mucho más alta a la mía. También le pedí a Andrés unos pantalones a la moda en esos tiempos y un costoso reloj. Estaba como estrella de cine. Esa noche conocí a Inés, una mujer que se le veía lo de interesada en el escote de su vestido color turquesa que le sentaba bien con su pelo rojizo y ojos azules. Era alta, bastante fina, muy maquillada y de buen cuerpo aunque se le veía cierta plasticidad. Le ofrecí tragos y tragos, era casi como pagarle a una prostituta, solo que finamente, a cambio de alcohol, un hombre puede cogerse a la mujer que quiera. Efectivamente, me la llevé a casa. Estaba casi muerta, no paró de tomar hasta que no pudo más y se vomitó en mi sala. Quería seguir bailando, puse música y nos fuimos desnudando poco a poco, por un momento se quedó dormida, pero le serví un café y entonces me pidió acción. Me preguntó por protección, le dije que la tenía puesta, estaba tan ebria que no se daría cuenta. La llevé a la cama y se lo introduje de la manera tradicional, sin ningún rodeo de antemano, para cuando terminé y expulsé mi esperma dentro de su cuerpo que ya se había quedado dormido. No iba a dejar que se quedara en mi casa así que la vestí y la deje durmiendo en un callejón de unas calles más arriba de la mía, probablemente no se recordaría de mí y por supuesto no la he vuelto a ver.

Cuarta Parte

Ya habían pasado casi dos años desde que supe que contraje VIH y como año y medio sin trabajar y mi dinero se agotaba. Decidí entonces volver a enseñar, además es ahí donde más vírgenes encontraría para luego cogérmelas. Mi plan no funcionó puesto que me tocaron los de secundaria. Para mi sorpresa una compañera de trabajo recién graduada se fijó en mí, predispuesta a ser mi tercera víctima. Hablábamos durante los almuerzos y en horas libres nos ayudábamos a corregir asignaciones y exámenes. Ella era muy interesante, se llamaba Fabiola, una mujer completamente promedio, era de estatura promedio, de ojos café, de pelo marrón ondulado, y un cuerpo un poco redondo, pues su debilidad eran los dulces. Ella tenía varias amigas maestras, a todas les simpaticé, a mí cada vez las mujeres me repugnaban más, me parecían completamente inútiles a no ser porque en ellas estuviera nuestra capacidad para reproducirnos. Las encontraba completamente mentirosas, envidiosas, sin escrúpulos, puercas si se les conocía a fondo, egoístas e inútiles al fin y al cabo. Pareciera que el único propósito que tienen en sus vidas es provocar y controlar, completamente prepotentes, puesto que los hombres somos automáticamente subordinados ante la seducción por alguna extraña razón. Fabiola era un poco “buena” o masculina si se le puede decir. Ella era sencilla, apartada y se sentía muy completa, pensé en arrepentirme de mis acciones, pero ella era otra más que siempre quería ser complacida. Al lapso de tres meses se acostó conmigo, fue muy sencillo, directo al grano y sin prejuicios. Me invitó a su casa, me cocinó un caldo gallego, receta de su abuela, de Galicia por supuesto. Su casa era muy moderna, con muebles de madera rojiza, sillones que combinaban con los detalles de las mesitas, sin mucha fotografía que dejase suponer que se apegaba al pasado y una cocina repleta de instrumentos. Su cuarto era un poco desorganizado, olía a cremas y perfumes viejos, no correspondían a su aroma, su cama era chiquita, pero muy cómoda si uno duerme solo, no había espacio a pesar de que no habían muchos muebles ni una cama grande, la ropa era demasiada, en el armario, en cestas, en bolsas; una camisa para cada día junto con un pantalón distinto. Ella me desnudó sin previo aviso, me tiró en la cama y se quito la ropa, me preguntó si quería la luz apagada a lo que respondí que me daba igual, entonces se me trepó encima y justo antes de sentarse sobre mi miembro y encajarse ahí, buscó debajo del colchón un profiláctico. No había calculado la posibilidad de que una mujer quiera protegerse, entonces le dije que era alérgico al látex, que me irritaba demasiado y no podríamos usarlo. Se vistió deprisa y me dijo que ella no tomaba anticonceptivos que por lo tanto no podríamos disfrutar de la velando. No dije nada, comencé a besarla y tocarla, a apretarle los pechos, frotar su clítoris, hasta que se desgarró el vestido rojo que traía puesto y me pidió que eyaculara afuera. Se sentó y brincó sobre mi pene erecto, y en cuanto sintió como me contraía una y otra vez a punto de explotar se separó y se lo metió a la boca y comenzó a chupar y jalar. Probablemente en otras circunstancias hubiera querido una vida con ella, pero ese no era el caso, no podía caer en sus juegos. Me tuve que ir pues no iba a dormir en un sillón ni en su diminuta cama. Durante el resto del año continuamos saliendo y turnándonos de casa en casa para acostarnos, pero fue cuestión de tiempo que se enterara de su enfermedad adquirida gracias a mí. Ella me dejo, sin peleas y sin exigir nada. Continuó con su vida enseñando y de vez en cuando me llamaba solo para tener relaciones, pero no recuerdo haber entablado nunca una conversación respecto al tema de la enfermedad y el tiempo de vida que le quedaba. Con el tiempo cada vez se veía menos interesada en mí hasta el punto que ya no volví a saber de ella.

Tercera Parte

Cuando volví a mi piso me encontré con que tenía un nuevo vecino, Andrés. Le di su bienvenida, me parecía muy simpático, aunque estaba casado y a su mujer no la aguantaba. Ella era una mantenida, no podía hacer nada por sí misma y era completamente aburrida aparte de fea. Andrés es doctor, un hombre interesante y muy culto, venía de Ferrol para hacer su propia vida con su mujer. Solíamos trotar en las tardes alrededor del Parque Valparaíso mientras dialogábamos de la vida y ocasionalmente en los fines de semana comíamos juntos en el restaurante Tai Chi en la calle Condes del Val. Con el pasar de los meses nuestra amistad era cada vez más apegada. Llegué a pensar que quizás mi odio hacia las mujeres se pudiera convertir en homosexualismo, pero nunca me dieron ganas de sentirme más cerca de lo que ya estaba al cuerpo de Andrés, además que el saber que su horrorosa mujer lo tocaba en las noches me daba asco. Un día mientras veíamos un partido en algún bar me confesó que estaba separado de su mujer, que ella lo había engañado y que quería separarse de ella, pero que a pesar de todo la quería.
Mi segunda víctima se llamaba Anabel, la mujer de Andrés. Sinceramente esta me dio asco, quizás me contagio con alguna otra enfermedad en vez de yo a ella. Era flaculenta de pocos pechos y aun menos culo. Tenía el pelo rizo y alborotado de un rubio teñido, fumaba mucho y parecía mucho más vieja de lo que era realmente. Todo lo hice a espaldas de Andrés, mientras se quedaba en Ferrol con su familia para recuperarse de la separación. Yo invité a Anabel a mi casa, le preparé la cena y comimos y bebimos, hasta que luego solamente bebimos. Fue fácil llevármela a la cama, de por sí ella era fácil. Me contó que su esposo la dejo de desear, que ya no lo hacían y estaba desesperada, por eso su facilidad, mujer al fin siempre creyéndose la víctima. Fue ahí el momento exacto que comprendí que las mujeres eran el sexo personificado, pues estaba seguro de haberla visto metiendo hombres en la casa de Andrés días antes, y no con buenas intenciones. Luego de unos meses Andrés volvió y le expliqué que tuviera precaución, que su esposa estuvo sola mucho tiempo, que pudo haberse acostado con otros y contraer enfermedades, así que le exigió una prueba y se llevo la sorpresa que le preparé. El divorcio fue inminente. El sufrió mucho y ella murió luego de unos dos o tres años, pero al fin y al cabo, ella tuvo su merecido, tampoco nunca se supo que fui yo quien la contagió. Su muerte me recordó que la mía estaba cerca, a pesar de ser un hombre saludable, yo ya llevaba muchos más años infectado.

Segunda Parte

La primera víctima se llamaba Laura. Era una ex alumna mía, se había recién graduado de honres. Por lo que recuerdo le gustaba mucho pasearse por la Castellana y comprar en el Corte Inglés. Era una mujer chiquita, pero completa, de pelo corto negro y ojos color miel, no se veía nada mal, hubiera podido ser una mujer ejemplar pero eso ya que importa, nació siendo mujer por su desgracia y tuve el placer de conocerla. Finalmente un día la encontré de compras y la invité a comer unos famosos churros con chocolate, accedió. La vi muy coqueta conmigo a pesar de ser un viejo de unos 36 años para esos tiempos, no me veía mal, pues teniendo una mujer tan hermosa a mi lado siempre me mantuve, incluso luego de la ruptura, pues era un habito. Estaba muy nervioso, yo solía rechazar mujeres y no tenía ningún tipo de experiencia invitándolas a salir, pero con valentía la invité a las Discotecas Azca. Supongo que al ella ser tan inexperta y tener esas ansias locas por ser adulta la idea le tuvo que parecer increíble y por eso accedió. Recuerdo esa noche como una llena de luces, de música y piernas lindas. Eran millas de pura fiesta, ella iba encantada vestida con un jersey estilo vampiro color marrón y un pantalón diría yo ajustado y negro. Me sentía atraído, parte de sus poderes malévolos, entonces le pagué una copa tras otra, evidentemente Laura no bebía mucho, solo me tomo darle 4 copas y 3 bailecitos para que me pidiera que me quedara en su casa. Cuando llegamos se desnudó y a mi dio un calentón por todo el cuerpo, era provocativo, aunque lo hizo sin provocar, quizás producto de ser la segunda mujer desnuda que vi en mi vida. Automáticamente pasamos a lo que yo creía que sería el acto sexual, solo me desabroché el pantalón, me deje la camisa, quería acabar rápido, pero ella me obligó a besarla entre las piernas. No pude evitar explorar con mi lengua para confirmar que las entrañas de todas las mujeres son iguales. Ella prosiguió con el mismo trabajo, me dolía, por sus dientes, estaba a punto de pegarle. Finalmente se cansó y me explicó que su compañera de cuarto llegaría pronto y si quería terminar debería masturbarme. Luego de fruncirle el ceño mostrando mi confusión, me dijo que era virgen, que no tenía mucha experiencia y no sabía lo que debía hacer, más quería conservar su virginidad para su esposo. Pensé “¡bingo!” en un principio, hasta que mencionó matrimonio, ella quería esperar y no podía obligarla, esa es la táctica de mujer más antigua para controlar hombres, dejarlos con las ganas. Se mudó conmigo al cabo de unos 6 meses de relación en abstinencia, tenía su virginidad en la mira. Esa misma noche me le abalancé encima, ella estaba desnuda, sus tetas eran muy grandes, y además sus pezones muy oscuros, no me gustaban, pero ella se enloquecía solo cuando los exploraba con la boca. Chupe sus entrañas, o el coño como se le llama normalmente, y recorrí luego su cuerpo desde el ombligo hasta la boca con la lengua y sin que ella se diese cuenta introduje mi miembro en sus interiores. Se escuchaban llantos y gritos, como si fuera un asesinato desprevenido, aunque no había pensado nunca en la posibilidad de los sonidos durante el acto sexual, me resultaron excitantes. A la mañana siguiente encontré una nota en su almohada que decía “cásate conmigo” me quede estático, reía por dentro, yo no quería a esa muchacha y probablemente ella estaría enamorada. Se estaba bañando así que aproveché para vestirme y salir. Le deje una nota en la puerta que decía “Esta no es mi casa, mi amigo regresará de su viaje en 2 días, saca tus cosas y ve a un doctor, tienes VIH” Desaparecí durante un mes, me quede en un cuarto que rente durante ese tiempo, también renuncié y pensé que si estaba enfermo no debería seguir trabajando, total me iba a morir pronto y tenía bastantes ahorros para subsistir. No volví a saber de Laura jamás.

Mi cuentecito

El nombre no me gusta, sou no lo van a saber nunca. Todos los derechos son reservados para la pirulila.



Primera Parte:



Tengo 45 años, un piso en el Paseo de la Habana 103, dos amigos, un gato sin cola a punto de morir y hace 9 años sé que tengo el VIH, pero no me enteré por los síntomas, pues estuve asintomático, soy un portador del VIH, la enfermedad aún no me afectaba. Por cuestión de caridad quise donar sangre, para mi sorpresa, como compensación me avisaron de mi estado. Tuvo que haber sido ella, pues ha sido la única puta en mi vida. Estuve casado por 8 años con la mujer más sensual que he conocido hasta hace unos 10 años que me divorcié. Una rubia de rizos definidos que llegaban hasta sus caderas, alta, bronceada, con un estupendo culo, no muchas tetas porque me gusta que me quepan en la boca, los ojos verdes, bastante inteligente para su edad, que son 9 años menos que la mía y una sonrisa para comérsela. Ya eso no importa mi misión en esta vida fue completada
La conocí hace 20 años en un salón de clases, dónde solía enseñar química. Ella tenía 17 años, recién cumplidos, asistencia perfecta, su atención, siempre en mí, era joven y me cuidaba mucho. Empecé a notar que sus calificaciones empezaban a bajar, de 10s y 9s, empezaron a ser 5s, algo sucedía y me extrañaba así que le ofrecí mi ayuda como tutor. Me contó que su novio la dejo y se sentía muy deprimida, supuse que yo debería aconsejarla, pero realmente debido a que siempre estuve tan enfocado en prepararme profesionalmente y en mi en general, pues no tenía experiencia en ese tema que también me parecía estúpido, las mujeres me parecían inútiles hasta que la conocí. En fin, fui su confidente, su tutor y luego pasamos a ser amantes. En cuanto ella se graduó le propuse matrimonio, el mismo día que renuncié y fue cuestión de meses para verla vestida de blanco en la iglesia frente a mí regalándome el resto de su vida.
Fueron grandiosos los primeros años, fuimos realmente felices, al menos yo lo fui. Era muy apasionada, se apegaba rápido a las personas, y yo no era la excepción, sino que la exageración. Crecía muy rápido, ya había terminado sus estudios como abogada a nuestros 7 años de matrimonio, ese aniversario todo cambió. Empecemos con que se le olvido, solíamos viajar, teníamos tiempo libre en el mes de agosto. No hubo regalos de su parte y para colmo ni las doscientas flores, ni los chocolates, ni el collar de oro que le regalé la impactaron. Era completamente indiferente desde esos días. Nunca supe lo que pasó. Una tarde llegué del trabajo y vi el piso más espacioso, faltaban sus cosas y los papeles del divorcio estaban sobre la mesa de comer con una nota que decía que los recogería en un par de días y se llevaría el gato. No tenía explicación, pero accedí al divorcio y calcule todo de manera que llegara a buscar los papeles junto a el gato mientras yo no estuviera en casa. Deje el gato descolado con una nota que decía que de recuerdo quería al menos la cola del gato. Dejo el gato, luego de unos días con unas pestes insoportables encontré la cola debajo de mi cama. Viví solo desde entonces.
El doctor me explicó que era portador del SIDA recapitulé mi matrimonio y llegué a la conclusión de que ella me había engañado y tuvo que haber estado con otro. No era posible entender en mi cabeza que ya mis días estaban contados entonces decidí que tendría que hacer algo con ella en ese tiempo. Estuve estudiando en mi cabeza, quería hacer una buena obra, cambiar el mundo, buscando una manera. Concluí entonces que las mujeres deberían morir, no son más que necesitadas sexuales que pretenden hacernos pensar que el hombre necesita del sexo para así controlarnos. Había que exterminarlas, hacer que los hombres no quisieran estar con ellas y yo tengo el arma perfecta, el VIH.
Para poder llevar a cabo mi propósito escogí mujeres jóvenes, esbeltas, solteras y sin hijos, pues las que ya han parido tienen hijos que cuidar, ellos son inocentes. Me concentré en mujeres o niñas vírgenes, pero tampoco fui un violador en serie ni nada por el estilo, todo lo hice dentro de un ámbito legal.

Desde que me comieron el culo...

Hace un par de semanas que no escribo, ni leo y si acaso tampoco comento. Pero no es por la comía de culo, es que son los finales!
He aprendido mucho estudiando!
Leí Frankenstein, Prometeo, Las Edades de Lulú, No todas las Suecas son rubias, El killer, Las Masas son Crasas, Seis Estudios sobre el Genocidio y alguna que otra cosa que no recuerde ahora.
Mi cerebro no funciona, y el exeso de semen en mi cuerpo ha hecho que yo me vuelva como los hombres, un poco más irresponsable, tonta y vaga.
También escribí un cuento!! pero ese lo voy poniendo poco a poco en los posts...
En otras informaciones... ME VOY me largo! a marruecos el dos de junio de dosmilnueve! =D
En dos semanas durante dos semanas no voy a estar en este miserable canto de tierra que se llama Puerto Rico y me voy por ahí a aventurarme y dormir en los desiertos.

Cagando Vergas

Soy desde hoy a eso de las 12 y media, compleatemente impura. Ayer después de ver a Wolverine corriendo esnú hasta la granja de unos viejos vine a casa a mi cuarto con Pablo a perpetuar actos sexuales. Todo comenzó mientrás él me quitaba los pantalones feroz mente y me relambió entre las piernas como si la comida de Panda express que metí ilegalmente a la sala del cine no hubiera sido suficiente. De alguna manera caí con las piernas abiertas encima de su cara, y mi boca encima de ese exitante huevo que solo él posee. Entre chupadas y más chupadas terminé sentada de espaldas sobre él acostado en mi cama y comenzé a brincar hasta que se le vacíaron las entrañas dentro de mí. El problema de ese acto fue que yo no llegué a nada, que no quede satisfecha, estaba pensando en otras cosas. Acto seguido los dos nos enfocamos en resusitar a mi pene amado.

Antes de entrar en acción, le pregunté con voz muy dulce: "Amor de mi vida, como quieres complacerme, como quieres que yo te satisfaga por segunda vez?" a lo que me respondió: "Vamos por atrás" No tenía opción, mi deber es complacerlo a toda costa, más cuando estoy
bellaka sinceramente no importa nada, toda diciplina sexual es aceptada. Le dije: "ummm ok, prende la luz para buscar el condón." Ya él arriba mío, intentó metermelo, pero hacía falta lubricante, así que lo buscamos, y él metió los dedos lubricados dentro del final de mis intestinos y comenzamos el acto.

Tuve que buscar una toalla, para morderla y poder enfrentar el dolor, él estaba bien tranquilito ahí pa dentro y pa fuera, pa dentro y pa fuera, pa dentro y pa fuera, pa dentro y pa fuera, pa dentro y pa fuera, y así sucesivamente hasta que escuché el "ahhh ummmm ahhh ahhh ahhh ahh" [se vino] y lo sacó. Sentí como si hubiera cagado y dejado en el inodoro una culebra de mojones en forma de whip cream, pero mojones de los bien grandes carajo. Al terminar el condón tenía sangre, como si no fuese suficiente sangrar 7 días todos los meses. Había una pestesita a mierda mezcla con lubricante de kiwi strawberry.

No sentí más que dolor después de todo, no solo eso, sino que hasta lloré. No puedo creer que hayan mujeres que les guste esto, mucho menos que los gays se presten a eso tan horroroso. Es como una tortura china!

Finalmente como ya ibamos 2 orgamos [Pablo] vs 0 orgasmos [Rebe] lo obligué a chuparmela hasta que finalmente terminé. Todo acabó en 2 a 1. Es injusto se supone que yo sea la multiorgasmica y él se conforme con uno.