Octava y Última Parte

Cuando cumplí mis 43 años comenzaron a notarse algunos síntomas de mi enfermedad, ya llevaba 2 años viviendo con Miguel y él estaba destrozado, se sentía culpable por haberme “contagiado” y además de que su SIDA estaba en una etapa bastante avanzada. Me sorprendía mucho que yo apenas tuviera leves dolores de cabezas y un poco de fatiga generalmente. Un día Miguel se quejaba mucho de dolores en los huesos tras estar casi un mes con fiebre y se estaba quedando sin aire, Andrés y yo corrimos a llevarlo al Hospital Central. Lo transfirieron al Hospital La Paz y lo internaron hasta nuevo aviso. Lo atendía una enfermera que se veía jovial, rubia, bronceada de ojos cafés, con un cuerpito aceptable. Visitaba a Miguel todos los días con tal de verla, hasta que ella se dio cuenta de mis intenciones y me esperó a mi salida para invitarme a un café.
Se llamaba Susana. Era muy coqueta y le gustaba conocer todo tipo de gente. Tenía unos 29 años, probablemente mentiras, pero se veía por alguna razón muy jovial. Nos continuamos frecuentando hasta que un día oportuno se quedó en mi casa y me acosté con ella evidentemente. Su estilo era un tanto tradicional, me besó en la boca, y yo la continué besando por el cuello y así mismo por su espalda, le mordí las nalgas y finalicé besándole la punta del coño. Ella solo disfrutaba acostada en la cama mientras yo me apoderaba de sus interiores. La mañana siguiente estaba entre sus brazos convulsando de fiebre, con diarreas, mientras tosía y sudaba excesivamente. Ella se asustó y rápidamente me llevó al hospital. Me atendieron y me internaron.
Perdí la noción del tiempo, estuve mucho tiempo entre cuatro paredes rodeada de señoras vestidas de blanco. Aproximadamente estuve dos años perdiendo el poco tiempo que me queda entre el hospital y mi casa. Solo me queda la satisfacción de las mujeres que deben estar enfermas como yo, sino han muerto, un gato sin cola que apenas respira, mi piso en el Paseo de la Habana 103, mis dos amigos, a quienes les destrocé la vida, un espacio en el infierno y unos meses dónde viviré peor que un perro que vive recolectando comida que encuentre en los basureros de un restaurant barato.

1 cuestionamientos:

Capitán Puñeta May 29, 2009 at 10:54 AM  

Muy culll su historia piirulinga.